LA CRÓNICA

El que no corre el riesgo de hacer algo, no se equivoca. Esto es evidente y cierto salvo en Otura. Ya han acabado las no-fiestas del pueblo y, por eso, se nos ha quedado cara de poker y la sensación de que nos han robado la cartera a plena luz del día. Fiestas inexistentes para los más pequeños y carentes de las famosas cucañas porque lo que se ha programado no se parece, ni de lejos, a ningún evento digno de la celebración anual de la localidad. Creemos que para hacer una programación digna no hace falta tanto dinero sino imaginación y este equipo de gobierno y sus amiguetes de la nula comisión de fiestas, carecen sobre todo, de lo segundo.

Años atrás y gracias a la implicación vecinal, se conseguían llevar a cabo un sinfín de actividades para grandes y pequeños siendo, muchas veces, la envidia y el referente fiestero de la comarca. Pero aquello pasó, llegaron los que con dinero a cuenta lo hacían todo a lo grande y ahora no hay ni para globos. Estas fiestas, por no haber, no ha habido ni arcos de luces (ya embargados) que le indican al vecindario y al visitante que está ante un acontecimiento de máximo interés local. Hemos sentido vergüenza ajena al ver un pueblo triste, anodino, oscuro, sucio, dejado de la mano de Dios y abandonado a su suerte. Vergüenza al tener que explicarles a nuestros paisanos que viven fuera y han venido a disfrutar las fiestas después de varios años, que aquello que conocieron como fiestas para todos se ha convertido en las fiestas de un puñado de amigos. El nepotismo campando a sus anchas como cuando a un vecino, de toda la vida, no le permiten abrir una caseta para poder ganar un duro honradamente porque claro, no le iban a hacer la competencia al familiar del presidente del partido popular de la localidad…pues sin competencia, campan a sus anchas permitiendo la entrada a menores, amén de servirles alcohol. Por otro lado, los adeptos Pperos han seguido con su costumbre de comer y beber gratis, aunque el casetero de turno se empeñe en repartir saludos y besos por doquier.

Nuestros mayores abandonados y ninguneados aunque los pocos que han tenido suerte se han comido un pastelito servido por dos concejalas, una de ellas, hija del presidente de la asociación de mayores..¿casualidad? Y qué decir del comportamiento para con nuestra magnífica banda de música…penoso. La banda Villa de Otura les ha dado una lección de saber estar, de compromiso con su pueblo y de humildad. Que aprendan más de uno porque no se puede gobernar un pueblo desde el sofá de casa ni desde la barra de un bar. Como el máximo responsable de la deuda municipal que ayer se encomendó a lo divino y a lo terrenal, viendo la procesión de nuestra patrona por un lado, y en compañía de un representante de la Judicatura por otro.

Desgraciadamente la crónica no da para mucho ya que, el que no corre el riesgo de hacer algo, no se equivoca. Estos desgobernantes no han hecho nada y nada les devolveremos, que ya vendrán a pedir, seguro que vendrán.