MANOS MANCHADAS

Qué poca memoria y cuánta manipulación mediática nos aleja de la realidad. En este mundo globalizado donde hasta la muerte no entiende de nacionalidades, nos empeñamos en ver solo nuestro patio trasero al paso del huracán del terror y no vemos el barrio entero asolado por nuestra propia avaricia y afán de poder. Ahora todos nos sentimos un poco franceses y nos solidarizamos con las víctimas del brutal atentado yihadista. Es normal; nos han golpeado en nuestra propia puerta, nos han perturbado nuestra forma de vida, nuestro ocio, nuestra mirada ausente de otras causas lejanas. No hay justificación posible a la barbarie, a ninguna barbarie se produzca donde se produzca. Ya no recordamos cómo y quién creó al monstruo de Al-Qaeda para combatir a los rescoldos de la URSS y apoyar a los Talibanes en Afganistán, ni quién financia y dota de armas al ISIS para combatir a las milicias contrarias al dominio de EEUU y de la OTAN en la región. Monstruos engendrados por Occidente y que se han vuelto contra sus progenitores que ahora lloran hipócritamente y no reconocen su responsabilidad. Venganza y castigo. Las recetas para meter en cintura a la mano ejecutora de nuestra ambición se pone en marcha pero sólo de cara a la opinión pública. ¿Por qué no se explica la venta masiva de armas a estos grupos terroristas por parte de Occidente? ¿Por qué se les financia comprándoles el petróleo fruto de sus saqueos? Hipocresía en estado puro, demasiadas multinacionales implicadas en el robo de recursos naturales, demasiadas empresas de armamento con los almacenes hasta arriba que tienen que darles una salida. Las guerras no nacen por sí solas sino que se crean por los mismos actores que sacarán tajada del horror y la sangre que producen. Ahora todos somos franceses pero también deberíamos ser sirios, yemeníes, keniatas, afganos, irakíes, libaneses y un desgraciado etcétera porque una vida humana debería valer lo mismo en esta vieja y acomodada Europa que en Pernambuco. Demasiados años exportando terror y muerte hasta que llega a nuestras puertas para abrirnos los ojos de las consecuencias de este sinsentido en que se ha convertido la codicia y el todo vale para aumentar una cuenta de resultados y una subida de la bolsa. Todo a costa de mucha sangre pero, eso sí, mientras no sea la nuestra todo irá bien hasta que nuestro necesario monstruo creado para tal fin se nos revuelva y aplique esa receta, para la que ha sido formado, en nuestras calles, contra nuestra propia miopía globalizada y corrupta. ¿Quiénes son realmente los autores intelectuales del horror? No busquen en ningún rincón perdido de Oriente Medio. Busquen en los despachos y en los ministerios de países occidentales que ahora se escandalizan pero no reconocen ante su población la responsabilidad propia. Acabarán con el engendro pero pronto crearán otro que lo sustituya. Ya se sabe que la avaricia no duerme y las armas son inútiles si no se utilizan.