Las Lágrimas del Rey Chico

Cuentan las crónicas, cómo se conquistó Granada (Garnata) por los Reyes Católicos. Un acuerdo, el de las famosas Capitulaciones rubricadas en Santa Fé (donde estaba instalado el ejército castellano) que asediaba la ciudad de Granada. Enemigos irreconciliables durante siglos fueron capaces, por interés propio o por simplemente evitar derramamiento de sangre innecesaria, llegar a un acuerdo sin el cual no sería posible contemplar hoy día el monumento cuya foto fija da lustre a nuestra ciudad, la ciudad de la Alhambra. 

     

Granada con su vega alimentaba a tantas bocas que no podía ser destruida, arrasada…Granada con su belleza no podía ser violada, despojada de su esplendor. Los pueblos de la vega granadina jugaban entonces un papel fundamental para el sustento de la ciudad y sus gentes con sus múltiples molinos, sus olivos, sus viñas, sus hortalizas, sus frutales…su agua, aunque de vez en cuando esa agua se tiñese de rojo. Eran tiempos duros, todo supeditado al interés militar y político por salvaguardar el último bastión Nazarí, el reino de Granada. Otura (Autura) jugó, como tantos otros pueblos, un papel fundamental y doblemente importante; por un lado colaboraba como despensa de la ciudad y por otro era campamento militar de suma importancia estratégica al hallarse en el camino, obligado, de la costa. Nadie podía acceder a la ciudad desde la costa ni salir hacia ella sin ser detectado y controlado. Por todo esto, por nuestra historia no siempre reconocida y puesta en valor, es por lo que reclamamos nuestra propia acepción histórica. 

         Queremos que nuestros descendientes sean conscientes de que Otura fue Lugar, fue aldea, fue y es pueblo desde hace siglos y los otureños nos deberíamos sentir orgullosos de nuestro pasado, con sus luces y sombras, como en todas las familias. Después de la derrota política, que no militar, del último rey granadino y su destierro a las Alpujarras, pasó por aquí , humillado, vencido, desesperado por haber perdido para siempre su ciudad, su preciosa Alhambra. Pasó, un frío día de febrero, por el lugar desde donde volvió la mirada para contemplar, por última vez, su ciudad amada. Boabdil lloró junto a su madre Aixa, junto a los miembros de su corte que lo acompañaban, suspiró de dolor por su gran pérdida a su paso por Otura. Jamás volvió, jamás pudo volver a sonreir y lo que se le quedó en la retina al contemplar la vega y la ciudad perdida fue la tierra otureña que le daba un triste adiós.

“Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre” Frase injusta ya que, de haber sido de otra forma, no podríamos contemplar nuestra seña de identidad, la Alhambra de Granada.