La foto ha sido enviada por una vecina que prefiere quedar en el anonimato
Corrían los primeros
años del siglo XX en Otura. La actividad principal era la agrícola
siempre al servicio del cacique predominante. En el caso de Otura se
trataba de D. José Porras hijo, heredero de tierras y gran fortuna
que su padre había amasado ya que fue representante del Banco de
España en Cuba. Le compró las tierras (medio pueblo) al Marqués de
Dílar, ya anciano y acuciado por las deudas.
Los niños de la
época no tenían una escuela propiamente dicha sino que daban clase,
los afortunados que podían asistir, en casa del secretario local.
Esto duraría hasta que las nuevas escuelas de la estación
estuvieron terminadas. Hemos de citar con gran orgullo al maestro D.
Gregorio Salas, aparte de ser también alcalde durante un breve
período de tiempo, por su buen quehacer docente y su gran humanidad.
Aún recuerdan algunos el primero de abril de 1939. Plaza de España,
la radio en el balcón del ayuntamiento, gran cantidad de soldados
descansando y curando sus heridas esperando ansiosos el “parte de
guerra” hasta que, por fin, se oye la gran noticia…”la guerra
ha terminado”. La alegría fue indescriptible, con lágrimas y
risas a la vez, gorros al viento y la seguridad de volver pronto a
sus casas. Otura, y sus niños, volverían a la rutina de pueblo
pequeño, tan solo alterada por los cruentos “ajustes de cuentas”
del bando vencedor. Fueron años de miedo, de miseria, de
hambre….aquellos niños y niñas encallecieron sus manos y sus
almas demasiado pronto, obligados por la necesidad tuvieron que
trabajar duro para procurarse el sustento porque con el estómago
vacío es más difícil abrir la mente. Cabe resaltar la labor
docente de Dª Eusebia, de Dª Expiración, de D. Miguel y,
especialmente, de D. Isidro Adarve. Este último apaciguó muchos
estómagos vacíos y procuró calzado a muchos niños y niñas que lo
necesitaron. Aunque tenía familia numerosa, no fue obstáculo para
abrir su enorme corazón a las muchas necesidades de la pos-guerra y,
aparte de su función de maestro, también escribía regularmente
para la prensa granadina.
Hubo, por aquella
época también, dos clases para alumnos algo más mayores ubicadas
en los bajos de la casona de la calle de la Acequia, frente a la
taberna Fedón, junto al antiguo matadero; era la casa de “Paco
Juanica”. Estas necesidades académicas fueron cubiertas en
numerosas ocasiones por alguna donación del General Isidro Ros
Muller aunque la función de su hermano el coronel José Ros Muller
dejó mucho que desear. Para muestra un botón: al ser dueño de la
Ollería, entre calle Real y calle de los Marjales, se apropió de
una placeta de titularidad pública existente en la desembocadura de
lo que hoy es llamado “el callejón del cuatro”. Debido a esa
usurpación, hoy conocemos este callejón con esa fisonomía tan
peculiar.
Gracias a todos
aquellos maestros y maestras que enseñaron a los que pudieron a leer
y a escribir, a hacer labores propias del hogar e importantes en la
época para poder subsistir, a respetar y ser respetados. Gracias
por enseñarlos a ser hombres y mujeres porque, a pesar de las
tremendas carestías en plena pos-guerra, siempre tenían una sonrisa
para regalar y una nueva lección que enseñar.
Muchas de esas cosas me las contaba mi abuela. Gracias por recordarlas porque también me acuerdo de ella y de la infancia que me contó.
ResponderEliminarGracias. Habro todos los días el loro sólo por encontrarme con artículos como este.
ResponderEliminarUn reto al loro sería posible un artículo con los bares antiguos de Otura sus características y sus tapas
ResponderEliminarMi padre cuando íbamos a Otura,vivo fuera de Otura, me llevaba a un pequeño bar que había sobre los años 60 a la derecha de la entrada parque que andadura las rica de tapa
ResponderEliminarYo recuerdo cuando mi padre cuando iba al medicina muy temprano para sacar número para mi después iba al repica viejo. Pero que abría a las 6 de la mañana
ResponderEliminarNo ha sido Otura un pueblo que en antaño hubiese muchos bares y que se desplazasen de la capital por sus tapas o por ser típicos.
ResponderEliminarPero el choto del chato estaba riquísimo
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