Del Gomero a la PlayStation

Dicen que los pueblos deben cuidar su memoria. Recordar, añorar, compartir. En un breve repaso por mis recuerdos de niñez, no puedo dejar en el olvido algunas vivencias, algunos lugares irrepetibles, algunas personas que fueron historia viva de este pueblo. Recuerdo un pueblo en blanco y negro, no por ello carente de encanto y belleza como la Estación con sus jardines y ese tranvía que pasaba desde Dúrcal hacia Granada (o viceversa). 

Recuerdo ese Otura de calles sin asfaltar donde el trasiego de carros y mulos era constante debido a la principal actividad, la agrícola.

                               Esta fotografía es propiedad de D. Antonio Anguita Muros


 Entonces casi no había televisores en las casas, si acaso las pocas que traían los emigrantes cuando volvían de Alemania o Francia a pasar las navidades. Era otra época, otra forma de entender la vida…y el respeto. Cuando te atemorizaban los guardias civiles del puesto al verles, capote al viento, en los oscuros y lluviosos inviernos, el cura D.José Plata y sus excursiones al río Dílar, los maestros D.José, D.Antonio, DªJosefa, D.Ramón, DªM.Carmen, D.Teodoro, D.Tomás, DªMaría….con su empecinamiento en enderezar zoquetes, con D.Julián intentando evitar que contrajeras la rabia después de la mordida del perro que siempre andaba por la puerta del Repica. Sí, era otra cosa. Sobre todo la forma de divertirse, o matar el tiempo; las peleas de pavilos en las eras entre los bandos del barrio bajo y el barrio alto, o los interminables partidos de fútbol en la era que sólo acababan cuando el dueño del balón se cabreaba o lo llamaba su madre desde la otra punta del pueblo. Entonces había dos tipos de llamada: Las madres soltaban un ¡¡niñooo!..y sabías reconocer a tu madre a kilómetros, igual que a tu padre con un silbido inigualable. Quién no ha jugado a la rayuela, al clavo, a la comba…o se ha hecho un buen gomero, ha descalabrado a un vecino o ha diseccionado una rana del barranco. Quién no le ha comprado unas pipas a “la churrera” o en la tienda de Expiración, quién no le ha dejado a deber alguna vez una libreta a Germán, frente al colegio del Calvario. Eran tiempos felices porque, con poco, hacíamos mucho. Fueron el inicio del crecimiento del pueblo, años de juventud, de Democracia recién estrenada y de lucha para modernizar el pueblo. Mi reconocimiento y mi gratitud a todos los que lo hicieron posible.