Me
contaban los viejos del lugar cómo habían superado los años
difíciles de su niñez y juventud. Esos viejos, antes niños….”los
niños de la pos-guerra”, que sufrieron en sus carnes y en sus
pequeños estómagos, la hambruna y la miseria que los adultos de la
época les dejaron en herencia. Ellos no supieron, hasta bien pasados
los años, lo que era un buen filete de carne, o un pescado fresco,
incluso tuvieron problemas para calentarse adecuadamente en aquellos
inviernos tan duros en que casi se cubrían con harapos. Sus padres,
y ellos mismos, tuvieron que trabajar duramente para el cacique de
turno por unas migajas de pan que llevarse a la boca. Manos
infantiles demasiado pronto encallecidas por la necesidad infame de
mano de obra barata y la obligación de apaciguar el ronco sonido de
sus estómagos. Casi analfabetos, donde un simple vaso de leche se
convertía en un manjar y, si iba acompañado de unas sopas de pan,
entonces era una “delicatesen”. Niños, ahora viejos, que
recuerdan las Cartillas de Racionamiento como el modo de reparto de
los escasos recursos alimentarios de la época. Estos nuevos viejos,
antiguos niños, creyeron que aquello había terminado. Creyeron en
la prosperidad de un país porque trabajaron muy duro para
conseguirlo y para que sus hijos y las generaciones venideras no
tuviesen que pasar por aquel sufrimiento infame.
Ahora
vuelven los fantasmas. En lugar de poder disfrutar de su merecido
descanso laboral y de todo aquello por lo que tanto han luchado, se
encuentran con que sus pequeñas pensiones no dan para ayudar a sus
descendientes. No pueden disfrutar de un Centro de Día, apenas
pueden pagar sus medicamentos…ahora, vuelven a escuchar el ronco
sonido en los estómagos necesitados de sus propios hijos y nietos.
Ahora, en el ocaso de sus vidas, reviven cruelmente aquellos años de
su infancia que creyeron, ansiosamente, ya superados. Tienen que oír
cómo sus nietos les piden cosas que no pueden darles y que nadie les
ayuda a conseguir. Ven cómo sus hijos no encuentran trabajo para
poder sobrellevar la carga, la pesada carga de la miseria. Esto,
impensable para la mayoría, se ha vuelto una desgraciada realidad
que nos envuelve sin darnos cuenta y ahoga a nuestros familiares, a
nuestros vecinos….Miseria del siglo XXI.
Lo
mismo que antaño lucharon por esquivar la necesidad y el hambre,
ahora estamos obligados a solidarizarnos y ayudar a los que pasan por
este calvario. Ya, los nuevos viejos, antiguos niños, nos están
dando una lección de generosidad pues, aun con exiguas pensiones, no
permiten que a sus hijos y nietos les falte, aunque sea, un vaso de
leche y, si es con sopas, mejor.
Es verdad soy una persona de avanzada edad y al enseñarme esto mi nieto, le digo escribr ahi esto.Me ha dado mucga pena eso lo he vivido con el padre de mi nieto, los politicos no tienen conciencia,eso con mi edad lo afirmo son de otro tipo de personas,ahora se dice "casta" . No hace mucho unos dos años ya pensaba
ResponderEliminar"yo ya lo hr hecho todo en mi vida el de arriba tenia que acordarse de mi" ahora todo lo contrario " señor dadme otro mes mas por si mi hijo encuentra trabajo" vivimos en mi casa mi hijo su mujer dos nietos y yo con una paga que no llega 500€. ¿Pero a donde nos han llevado estos insconcientes? ¿Que me quedara aun por vivir. Muchas gracias Loro
Lamentable pero cierto ¿qué haríamos sin la ayuda de nuestros mayores?
ResponderEliminarMe da muchísima pena leer a esta persona mayor, he leído mucho sobre la pos guerra y aunque afortunadamente no la he vivido, en estos tiempos es un calco de lo que pasaba en aquella época.
ResponderEliminarNuestros mayores tienen derecho a disfrutar de toda una vida de trabajo en vez de pensar en vivir lo más posible para ayudar a sus hijos y nietos.
Es una vergüenza este país, hemos retrocedido 60 años y costará muchísimo recuperar todo lo perdido.
Quizás los de mi generación no lleguemos a verlo.
Asco de políticos. .
De,acuerdo Yolanda.
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