EL PAÍS
rememora el 23-F con un documental que aborda los recuerdos de sus
protagonistas y el impacto social y político de la edición especial que ese día
sacó a la calle
El teniente coronel de
la Guardia Civil Antonio Tejero, en la tribuna del Congreso de los Diputados en
el golpe de Estado del 23-F.MANUEL PÉREZ BARRIOPEDRO (EFE)
Todo el mundo tiene su 23-F. Cada uno recuerda dónde estaba esa tarde de 1981,
qué hacía en el momento en el que el teniente coronel Tejero irrumpió en el
Congreso de los Diputados, y qué sentimientos le invadieron. Los protagonistas
de aquella jornada vuelven hoy la vista atrás para relatar sus vivencias y sus
recuerdos más personales en el documental EL PAÍS, con la Constitución,
que el lunes se estrenó en un cine de Madrid y este martes se emite en
la web del periódico (elpais.com). Forma parte de un programa
especial que abordará el impacto de aquella edición de EL PAÍS, para muchos, la
más importante en los 40 años de vida del diario.
Fue la noche de los transistores —la gente se enteró del golpe en directo
por la radio— y, sobre todo, la de EL PAÍS. En un momento de gran
incertidumbre, este diario tomó la valiente y solitaria decisión de sacar a la
calle una edición especial en defensa de la legalidad y de la Constitución.
Cuando los ejemplares de esta edición, repartidos en la calle por los propios
trabajadores del diario, llegaron al Congreso los diputados, secuestrados y sin
apenas contacto con el exterior, supieron que el golpe estaba en vías de
fracaso. Fue entonces cuando surgió la esperanza tras horas de pánico. Los
parlamentarios consiguieron ver la portada con el contundente titular “Golpe de
Estado. El País, con la Constitución” y el editorial, en el que se ponía el
acento en la resistencia civil. Fue entonces cuando supieron de la voluntad de
la calle de hacer fracasar el golpe. “El matiz fundamental era la resistencia.
Si no había resistencia, el golpe triunfaría”, explica el entonces director del
periódico, Juan Luis Cebrián.
Esta edición
generó fuera de Madrid una gran conciencia con respecto a lo que estaba
pasando. Había que llegar al Congreso para que se viera que el periódico salía
a la calle y que Tejero viera “que no lo tenía tan fácil fuera de las Cortes”,
recuerda Cebrián.
El periódico
salió en defensa de la democracia antes que nadie. “Estábamos ante una noticia
y nuestra obligación era contarla”, dicen los periodistas que colaboraron en el
número que a medianoche se distribuyó recurriendo al viejo método de los
voceadores.
Portada de EL PAÍS del 24 de febrero
de 1981.
Al estreno acudieron representantes de la vida política, cultural y social
española y una nutrida representación de los periodistas testigos de esa noche
histórica. Un encuentro cargado de emoción y orgullo. También entre los
políticos. Landelino Lavilla, presidente del Congreso de los Diputados el 23-F
y uno de los 40 participantes en el documental, destacó la “especial significación”
de la fecha para el sistema democrático español. "Aprendimos que si no hay
voluntad de convivencia y entendimiento un país no puede progresar con
normalidad", añadió Lavilla mientras departía con los socialistas José
Bono y Javier Solana y el ministro en funciones de Exteriores, José Manuel
García-Margallo. Todos ellos ocupaban sus escaños aquel fatídico lunes.
Ese día, pero
en Huelva, estaba la estudiante Trinidad Jiménez. El lunes, la política
socialista se unió al homenaje organizado por EL PAÍS para reivindicar “los
esfuerzos de nuestra democracia en aquellos momentos tan difíciles y
emocionantes”. El diputado socialista Manuel Núñez Encabo, al que le tocaba
votar justo en el instante en el que Tejero, pistola en mano, interrumpió la
sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno,
resaltó la dignidad del periodismo en una noche en la que nos jugábamos la
democracia.
Además de los
testimonios de los políticos, que hablan desde el lugar que ocupaban aquella
noche en el Hemiciclo, el documental recoge las voces de los periodistas que
también se ubican en el mismo sitio en el que estaban aquella jornada, unos en
el Congreso, otros en la sede de EL PAÍS o enviados a lugares estratégicos. Así
mismo, miembros de la Guardia Civil, soldados y militares movilizados ese día
sin saber muy bien dónde iba y cual era su misión relatan sus vivencias. El
guardia civil Manuel Martínez asegura que su unidad abandonó el cuartel para
dirigirse al Congreso de los Diputados y “llevar a cabo una de las mayores
fechorías que se han cometido en este país”.
El realizador
de EL PAÍS, con la Constitución, Daniel Cebrián, se ha planteado el documental,
producido por PRISA Vídeo, como un relato colectivo a partir de las vivencias
personales de cada uno de los testigos directos, huyendo del reportaje
televisivo. “Nos interesaba poner el acento más en cómo lo vivió cada una de
las personas protagonistas que en lo que en realidad pasó. Hemos puesto la
mirada en los recuerdos de todos los que vivieron en directo esa tarde y esa
noche”, dice el cineasta.
El documental
sigue un orden cronológico de una jornada que puso en jaque la incipiente
democracia. “Nos hemos limitado”, apunta el director, “a no hacer preguntas, ni
interrumpirles ni dirigirles, para que cada uno sacara su propia verdad, su
propio relato, su recuerdo”.
El estreno del lunes en el cine Capitol se convirtió en un emotivo
reencuentro con el pasado. Y también en un homenaje a la valentía y
grandeza del periodismo en momentos nada fáciles. Ese día los protagonistas,
periodistas, secretarias y empleados de publicidad y talleres, no asumieron su
trabajo como algo heroico. “No creíamos que estábamos haciendo algo heroico.
Era nuestro oficio. Simplemente éramos periodistas y teníamos que hacer un
periódico. Era lo que nos tocaba”, asegura Augusto Delkáder, director adjunto
del periódico. “Había una noticia y teníamos que darla”, añade Juan Luis
Cebrián.
35 años después
de aquella histórica edición, el hoy director de EL PAÍS, Antonio Caño, enlaza
el pasado y futuro. “Para un periódico que está mirando y pensando en el
futuro, es importante saber cual ha sido su pasado y dónde están sus orígenes”.
El País, 23-F, 2016