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domingo, 20 de septiembre de 2015

CATALÁN DURANTE UN TIEMPO

HEMOS VISTO ESTE ARTICULO Y LO HEMOS TRASLADADO AL BLOG PARA QUE LO LEAN



e-Mail de Andalucía
Jesús Páez
Licenciado en Ciencia de la Empresa

Yo fui catalán durante un tiempo. Bien es verdad que fue un tiempo bastante corto y que de ello hace bastantes años. Pero cuando llegué por vez primera a la estación de Francia pensaba que era para siempre y, unos años más tarde, cuando salí de Catalunya lo hice pensando en que, cumplido mi compromiso -no más de tres años- volvería a la barriada de El Fondo de Santa Coloma de Gramenet en donde reconectaría con mi vida y con mis padres, mis hermanos, mi novia, mis amigos, mi trabajo; con la gente de la JOC, con los compañeros de aquellas CC.OO que daban los primeros pasos cuando me fui; seguiría con Grama y a lo mejor me hubiese dedicado al periodismo; muy probablemente me casaría con una catalana con raíces más o menos profundas y tendríamos ‘catalanitos‘.
El barrio de El Fondo, de
Santa Coloma de Gramenet,
a principio de los años 60

Cuando salí de Catalunya, salvo una hermana y su familia que nunca salieron de Andalucía, las personas que me importaban eran catalanes. La mayoría de ellos formaban parte de “Els altres catalans” que les llamó Candel, pero también me importaban otros con muchas generaciones catalanas a sus espaldas. Todas esas personas que me importaban siguieron estando allí y, por quedarme en lo familiar, salvo mis padres que ya fallecieron, allí siguen y viven mis hermanos y sus hijos y los hijos de sus hijos. Cuando terminé con el compromiso que me llevó a dejar El Fondo, a dejar Catalunya, por razones que no vienen al caso, no volví.

El Camino Fondo, en los años 60


Deben haber pasado unos 45 años de esto que les digo y todavía comento algunas veces que en Catalunya “me hice un hombre” y no precisamente en la mili. En Catalunya, a la que llegué cuando iba a cumplir 17 años, tuve mi primer trabajo, tuve mi primera novia, tuve mi primera huelga, leí mi primer libro no escolar –El coraje de vivir– fui a mi primera manifestación, lucí mis primeros verdugones, aquellos con que obsequiaban los grises a quienes íbamos a pasear por la Vía Laietana; viví mis primeras retenciones en una comisaría de Badalona; allí, en Catalunya conocí la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y en ella me involucré; desde allí, desde El Fondo, hice –con más miedo que vergüenza– mi primer viaje al extranjero –nada menos que una semana en París– a recibir un curso sobre sindicalismo; tuve la ¿osadía? de ir a la Plaça de la Vila para oír e intentar aprender a bailar la sardana; allí conocí el sexo con una joven catalana y yo diría que catalanista; en aquel barrio feo, con viviendas hechas de cualquier manera en terrenos en donde aún estaban las cepas de lo que había sido una viña, me volqué en el afianzamiento y extensión de la JOC en Santa Coloma de Gramenet. Aún no habían llegado los Sayrach, Perico, Antonijoan y demás curas que, con su hacer y su estar, contribuyeron a remover tantas cosas en aquella Santa Coloma con cada vez menos catalanes de origen y que, como tantas otras localidades empezando por la propia Barcelona, recibían oleadas de charnegos que hartos de miseria y ávidos de vida desbordaban día tras día todas las previsiones en tantos y diferentes sentidos. Aquellos curas obreros de Santa Coloma, no sé si por curas o por obreros, significaron una potentísima inyección de vitamina educativa y movilizadora de aquellas novísimas huestes trabajadoras que llegaban a Catalunya para quedarse. Y yo tuve la gran suerte de coincidir con ellos y con Adonio y con Parra y con tantos otros.
1.971.Póster promocional de la revista "Grama"


Barcelona y su área metropolitana hervían o más bien fermentaban y la lucha obrera, la lucha estudiantil y, en general, la actividad política, eran frenéticas y, a los que de alguna manera participábamos en ella, nos parecía imparable. Además del trabajo, del fútbol en la Gramanet, de la dedicación a la Joc, de los guateques, el cineforum y alguna que otra excursión, había que echar una mano a la implantación y extensión de CC.OO. a repartir octavillas cuando tocaba y no perderte nada de lo que se movía. En especial si lo que se movía perseguía acabar con la Dictadura. Estuve en los inicios de la, con el paso de los años y del buen trabajo de muchas personas, mítica revistaGrama. Para ella me atreví a escribir una cosita que por cierto fue censurada por ese ministerio que dirigía el muy demócrata Fraga Iribarne. Sí, el Don Manuel, el de “la calle es mía” y que, como era suya, la limpiaba cómo y cuando quería. Incluso a tiros.
Toda esa realidad la viví de sopetón, casi de un trago, en una edad que va desde los 17 a los 25 años –mili de 13 meses incluida– y en una gran urbe, industrial, industriosa, moderna, bulliciosa y que reventaba por todas sus costuras. Viniendo de pasar cinco años en un internado de frailes, al que había llegado con 11 años desde un pueblo andaluz grande y con historia pero atrasado y pobre. Se dice que lo que no mata engorda. En mi caso ese atracón de realidad. De esa realidad vivificante, sugestiva, fascinante, atractiva y, a la vez, cruda, rigurosa, inclemente, excesiva y hasta violenta, me hizo persona y adulto de golpe y porrazo. El proceso de convertirse en persona de Carl R. Rogers que leí muchos años después se queda como un juego de niños. Tengo claro que de no recalar en aquella Catalunya que se preparaba para entrar en la década de los 60, no hubiese sido el que soy. Y confieso que estoy contento de ser la persona que soy.
Jesús Páez en Mostserrat

Yo no sé contar chistes, no sé bailar sevillanas, no voy a romerías, procuro esquivar las semanas santas; me hacen poca gracia Los Morancos o mi paisana Paz Padilla; Canal Sur TV, me produce bastante vergüenza y, para colmo, nunca he votado al PSOE ni he cobrado el PER. Sin embargo nadie duda de que soy andaluz o, como poco, que vivo en Andalucía desde que los fenicios se paseaban por aquí. Y sí, me cabreo con los estereotipos y sambenitos que se cuelgan sobre los andaluces, procuro comprar productos andaluces y miro las etiquetas para cerciorarme; espero con ilusión la nieve en Sierra Nevada, me gustan las playas de Huelva, conocer parajes extraordinarios de Sierra Morena, rutear por los pueblos blancos de la sierra de Cádiz en temporada baja, ir sin prisas a la Axarquía de Málaga; cómo no me va a gustar la Alhambra o la Mezquita de Córdoba –aún inmatriculada por la Iglesia– o la Giralda o el Caminito del Rey o un buen cante hecho por derecho alrededor de una mesa camilla. Pues claro que me gusta y me emociona y me hermana con otros. Pero eso también me pasa cuando escucho algo de Pau Casals o contemplo tantos rincones preciosos de la Vall d’Aran (aunque ahora quiera ser una nación independiente de 10.000 habitantes) o cuando subía al Pedraforca esa zona tan emblemática de Catalunya.
No creo que de haber vuelto a Catalunya hubiese trabajado tantas horas y poniendo tanta voluntad como lo he hecho viviendo en Andalucía y es muy probable que en Catalunya me hubiese sido más sencillo y contado con más recursos y apoyos para obtener los mismos o mejores resultados. Pero me quedé en Andalucía aunque me gustaba Catalunya y allí tenía a mi familia, muchos amigos, un entorno estimulante y contaba con un Master de la hostia.
Conforme se va acercando el 27-S me pregunto más insistentemente: de haber vuelto y hecho mi vida como otro catalán más y vivir con pareja, hijos y nietos catalanes en la Catalunya de hoy ¿ yo sería independentista? Hasta ahora mismo me contesto: creo que no. Y de la mano del Sr. Mas, es decir de Convergència, desde luego que no. Y ¿estoy contento con la España cañí y con este oligopolio de vendedores mediocres y carpetovetónicos que llevaron el Estatut al TC y con lo que este –metido en política la mayoría de las veces– dictó? Pues tampoco. En absoluto.


viernes, 18 de septiembre de 2015

POLÍTICA DE ‘MESACAMILLA’

Pasaron ya los 100 días de cortesía que todo gobierno merece para evaluar no tanto medidas como intenciones ya que estas últimas son un atisbo de lo que está por venir en la política local, en este caso. Promesas y más promesas, alguna certeza ya anunciada desde estas líneas sobre por dónde irían los tiros políticos en esta, nuestra Villa. No nos equivocábamos, al menos en lo esencial. Ya sabemos que cien días no dan para mucho, ni para saborear un buen helado de chocolate, ni para digerir los cubatas de las fiestas, ni para hacer cuentas sobre lo que nos ha costado a todos los otureños el bodorrio y la juerga. Lo que sí sabemos es cuánto nos cuesta mantener “decentemente” a los recién casados; un ojo de la cara, al menos para los que aún conserven los dos porque muchos vecinos ya tuvieron que vender alguno para poder comer todos los días. No hace tanto se pedía rebaja de sueldos y hasta los eliminaron aludiendo, no sin razón, al despilfarro desmesurado y la deuda generada pero, he aquí que cuando se llega a “tocar pelo” todo cambia, ya sí es correcto cobrar un pastizal, no pueden vivir con una retribución modesta, ellos y ellas se instalan en el “porque yo lo valgo”.

   De las promesas y batallas opositoras de antaño, ni se sabe ni se las espera. Tiempos de activismo y defensa del monolito y plaza que acaban en un apaño que no contenta a nadie, mociones pasadas sobre rebaja de impuestos a los más desfavorecidos que prefieren olvidar, la lucha obrera, las barricadas, el puño en alto….ahora cambia por mi sueldazo, la trinchera del despacho y la concejalía de turno. Coherencia es lo que se pide. ¿Dónde están los cambios prometidos? Ahhh..claro, que tiene que dar su beneplácito la señora que manda realmente en el ayuntamiento. Pues mal vamos, si es así, ya que se necesita coger el toro por los cuernos y devolver la decencia a nuestro pueblo. Déjense de intereses personales y miren de una vez al pueblo que gobiernan, hagan magia si es necesario, no se encojan de hombros diciendo que no se puede hacer nada, déjense la piel y el alma. Otura y los otureños se lo merecen.
El camino más cercano está despejado, no tienen oposición. El partido popular se encuentra ocupado en rencillas internas buscando amigos del alma, mientras en Ciudadanos se debate la jerarquía entre la primera de la lista y la chicharra venida a menos. No hay obstáculo, no hay debate, no hay oposición que evite un acuerdo, unas medidas de choque contra el desempleo, una rebaja de impuestos ya pedida por ustedes, política grande para un pueblo pequeño que necesita de más acciones y menos retóricas. Créanselo y lo conseguirán o, de lo contrario, ya habrán fracasado. No contenten a sus egos ni a idealismos, que no ideales, personales. Al fin y al cabo son solo cien días. El reloj sigue en marcha. Aún no está todo perdido, hay tiempo.