Mucho se
ha hablado, y se habla, de la situación socio-política del pueblo
de Otura. Mucho ruido y poca chicha, como diría un amigo mío. Tanto
ruido que nos deja, a veces, sordos de charanga barriobajera y no nos
permite escuchar ni sentir lo que realmente está pasando a nuestro
alrededor. Parece, a simple vista, que todo se resumiera a conflictos
o cuitas internas en los partidos políticos con representación en
nuestro ayuntamiento. La verdad es mucho más triste, más
terrorífica si me permiten.
Desde
hace bastantes años sufrimos una situación institucional y
colectiva que nos adormece, como la Dolonta…que no cura pero
atonta. Estamos en una situación de quiebra a todos los niveles:
financiera, ética, política e incluso vecinal. Tenemos los
representantes públicos más mediocres de la Democracia y, por ello,
nos sentimos huérfanos de una política para y por los otureños.
La
situación de crisis económica general y, en particular, del pueblo
de Otura es crítica para muchos vecinos y vecinas que no encuentran
el apoyo y la ayuda necesaria para sobrellevar esa carga. Los
partidos políticos, por lo general, no se acuerdan de nosotros más
que en época electoral prometiéndonos el cielo y nosotros, pobres
incautos, picamos en el cebo de sus falsas promesas y de sus mentiras
calculadas. No saben, o no quieren, poner en marcha un Plan de Empleo
local que permita aflojar la presión sobre los vecinos menos
afortunados. No saben, o no quieren, hacer políticas activas que
eviten la exclusión social, que eviten la limosna vergonzante y la
conviertan en derecho ciudadano, en Solidaridad. Ningún grupo
político se libra. Unos porque no saben, otros porque no es su
responsabilidad y otros porque viven en los mundos imaginarios,
el caso es que pasa el tiempo y sólo vemos peleas, denuncias propias
y ajenas, reuniones inconfesables e intereses particulares que nada
tienen que ver con el interés general del pueblo.
Es la
hora de la renovación. Es la hora en que TODOS rememos en la
dirección correcta para que este barco (Otura) llegue a buen puerto.
Es la hora en que los vecinos despertemos y seamos actores
principales de lo que ocurra en nuestro pueblo para transformar una
película de terror en una de aventuras pero con final feliz.
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